Nicolas Maduro reunió a los observadores y veedores internacionales que llegaron a Caracas para acompañar el proceso electoral. El acto que se demoró tres horas fue alojó a más de 500 personas de diferentes en una suerte de carpa donde montaron una feria de productos locales para la venta, bailes típicos y música para aguantar la espera.
Entre los presentes, pudieron verse figuras como el sociólogo Atilio Boron, Ignacio Ramonet, el ex embajador en Bolivia Ariel Basteiro y hasta el líder de Quebracho, Fernando Esteche que relojeaba un libro sobre historia latinoamericana. Atrás, se ubicaron grupos con banderas de Palestina y el País Vasco.
La primera fila contó con varios ausentes como el enviado de Lula, Celso Amorim, que finalmente viajó a la elección luego del fuego cruzado que casi lo deja en Brasilia o el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero.
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Si estaba un eufórico Juan Carlos Monedero que hace varias semanas viene dando una batalla digital contra los antichavistas. «Se está tirando arriba de la granada», celebró uno de los asistentes. También pudieron verse figuras importantes del gobierno de Luis Arce, no hubo representación el sector de Evo Morales ni tampoco figuras relevantes del correismo.
Las autorices más importantes del encuentro fueron los embajadores de China, Rusia y Turquía, a quien Maduro se encargó de mencionar y aclarar que son «sus aliados poderosos en el mundo».
Tras una larga espera que lo puso a dormitar al representante de Mali, Maduro apareció al ritmo de un ritmo estilo salsa venezolana, saludó a toda la primera fila, agarró una maracas para bailar con los artistas y luego de tirar unos pasos terminó subiendo al escenario para comenzar su discurso acompañado de su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, y el canciller Yván Gil.
«Los Juegos Olímpicos de Paris deben arrancar el 29, porque ahora todo el mundo habla de Venezuela», comenzó el presidente venezolano. Esa fue la introducción de un largo recorrido histórico que por momentos generó desconcierto. «¿Cuál es el punto?», preguntó uno con la remera de Chavez pero con acento argentino. «No hay punto», respondió su colega. El de Mali seguía medio dormido.
El discurso abarcó desde Simón Bolivar y las retóricas de las Patria Grande, hasta Zamora pasando por Fabricio Ojeda y Cipriano Castro y el punto seguía sin encontrarse. Hasta que el líder chavista empezó con los paralelismos con los protagonistas del proceso electoral.
El pacto de punto fijo (un acuerdo de gobernabilidad entre los partidos políticos venezolanos AD, Copei y URD, firmado el 31 de octubre de 1958) fue el punto de partido para que Maduro empiece a cuestionar con más fuerte al «imperialismo», el Fondo Monetario y la «oligarquía local» que avalaron el consenso de Washington y el endeudamiento.
El camino llegó al Caracazo de 1989 (serie de fuertes protestas, disturbios y saqueos en Venezuela que comenzaron el 27 de febrero de 1989). «Ahí no estaban las basuras de la ONU, la Unión Europea y Almagro para denunciar el baño de sangre de la represión de la extrema derecha», dijo ya sin sutilezas el líder chavista en medio de las tensiones sobre la transparencia de los comicios.
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Ya con las referencias a Hugo Chávez y los 25 años de proceso chavista, Maduro se metió de lleno en la retórica política del presente al filo de romper la veda electoral.
«La derecha venezolana creó a los monstruos de Milei y Bolsonaro. Nosotros no somos ni cobardes ni débiles, nos han subestimado», disparó. «Escúchame Milei: somos país que crece. Venezuela es la alternativa de los Milei y su capitalismo salvaje», enfatizó mientras señalaba que su país tiene 100 por ciento de abastecimiento de comida producida en Venezuela.
En el tramo final hubo un apartado a las consecuencias económicas por las sanciones e imitaciones y burlas a líderes de la oposición.
Asimismo, decidió raspar a Gabriel Boric a quien sugirió que es un cobarde por no seguir el legado de Allende, elogió a Andrés Manuel López Obrador y omitió mencionar a Lula y Petro, dos referente con quien Maduro está molesto por haber tomado distancia.
Para el presidente venezolano, «la derecha siempre gana en las encuestas pero nosotros ganamos en los centros de votación y seguiremos ganando». «Esta película no es nueva. En enero de 2025 vengan a verme a Miraflores que lo recibiré», afirmó.
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Por último, Nicolás Maduro defendió el sistema electoral por tener «16 auditorías» y alertó que «el que intente manchar al poder electoral se secará». «Venezuela es una fuerza social que tiene colectivos organizados, con una unión civil-militar-policial para garantizar el orden y el respeto a la ley y 5 millones de milicianos dispuestos para la defensa», culminó. Para ese momento, el de Mali ya estaba despierto.
Maduro intentó mostrar confianza y tranquilidad de cara un proceso electoral que no lo tiene como favorito y las encuestas lo ubican varios puntos abajo. Ese espíritu se sintió en las charlas de los presentes que evitaron mostrarse demasiado optimistas.
«La importancia está en tener una maquinaria electoral aceitada. Es muy difícil de derrotar», sostuvo un integrante de la campaña que al mismo tiempo reconoció sentirse «exasperado» por no encontrar en la cúpula chavista ni una mueca de preocupación.
Fuente: LaPoliticaOnline.com